Capítulo 22:
Amanda había llegado de resolver algunos pendientes a su trabajo, sin perder tiempo echó un vistazo para corroborar si Cristina estaba en su oficina, pero le desilusionó saber que aún no había llegado. Continuó su camino a su oficina pensando en las ganas locas que tenia de ver a Cristina, la extrañaba, no solo extrañaba su presencia sino su cercanía íntima, extrañaba su aroma, su delicadeza, sus besos, su calor, su caricia, su cuerpo…
- Hola.
Ese hola interrumpió sus pensamientos al entrar a su oficina.
- Hola Karina, ¿qué haces aquí, cómo es qué…? – le preguntó con el rostro en total sorpresa al verla sentada en su oficina.
- Soborné a la secretaria, pero no te enojes con ella, yo soy la culpable.- respondió con su gran y hermosa sonrisa que aún a Amanda le parecía increíble. – Pero si quieres me puedo ir.
- No, como crees Karina, es solo que vengo distraída y no te esperaba ver aquí en la oficina.
- Si, solo quería darte la sorpresa porque siempre hablábamos de vernos, pero jamás lo hacemos, así que aquí estoy.
Amanda le sonrió, caminó hasta su escritorio, dejó sus pertenencias y se sentó en el borde de él observando a Karina que se sentaba en una silla frente a ella.
Karina observó la danza de movimientos de Amanda hasta que se sentó sobre el escritorio, la miró desde los pies hasta su rostro reconociendo su hermosura, había extrañado tanto poder disfrutar de su bella presencia, traía unos pantalones ajustados negros con una camisa de manga larga rosa que la hacían ver reluciente y más hermosa de lo que era; no traía chaqueta, algo raro en Amanda que siempre vestía con chaqueta profesionalmente, pero por lo que fuese la hacía ver más linda de lo que la había visto jamás, aunque podría ser solo el tiempo que había pasado alejada de ella.
- Estás hermosa Amanda, más de lo que recordaba.
- Siempre exageras Karina. - le sonrió un poco nerviosa.
- Sabes que es cierto, solo que eres muy modesta como para aceptar un cumplido.
- Quizás.
- ¿Y cómo va todo en el trabajo? – preguntó Karina.
- La verdad que todo marcha fantástico, muchos proyectos importantes para la empresa, muchas ideas y creatividad ha surgido, aunque…
- Aunque Cristina te limite tu espontaneidad.
Amanda le quedó mirando frunciendo un poco su ceño. – No era precisamente lo que diría, además no creo que ella me limite en algo y menos en el trabajo, sabes que solo son las situaciones normales de dos personas que tiene unas perspectivas diferentes de un asunto en común y trabajan juntas para crear perfección.
Karina no emitió comentario, pero afirmó con su cabeza al comentario de Amanda y luego preguntó – ¿Y qué tal estás tú?
- Bien, estoy muy bien, en realidad he estado muy bien.
- Amanda yo lo siento, en realidad soy una idiota.
- Lo sé- respondió Amanda con seguridad.
Karina la miró sorprendida y continuó. – Es bueno que sepas que soy una idiota, me parece genial, pero quiero pedirte que me escuches, solo eso, necesito decirte todo esto que llevo dentro de mí, aunque quieras mandarme al diablo por cualquier idiotez que diga, pero solo quiero que me escuches ahora.
- Claro que puedo hacer eso.
- Cometí un estúpido error y no sabes cuánto lo lamento, lo he lamentado desde el primer día. Nunca en mi vida he querido ni pretendí hacerte daño, juro que nunca fue mi genuina intención. Sé que no soy la gran mujer, tal vez no soy la más detallista, ni la más loca romántica, ni una atenta enamorada y es evidente que no soy la tipa más fiel y comprometida del mundo, quizás no soy la mujer perfecta para ti, pero puedo decir que me odio por haberte dañado y más que eso, aunque no lo creas y no lo he demostrado de la mejor manera te amo y te necesito en mi vida. Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, yo pienso que lo sabemos solo que no lo valoramos y yo no lo hice contigo Amanda. – se puso de pie y caminó un poco hasta ella. – Eres una mujer increíble, hermosa, profesional, comprometida, divertida y me gustas mucho, creo que nadie me ha gustado más que tú en toda mi vida y ya se, en este preciso momento te podrías preguntar, que si tanto te gustaba porque fui tan estúpida para estar con otra mujer, pues precisamente por eso, porque soy una pendeja estúpida que no supo valorarte y no se comprometió contigo. Eres distinta Amanda, distinta a cualquier mujer con la que he estado y estoy segura que distinta a cualquier otra con la que pueda estar, pero mi deseo es permanecer junto a ti, sé que lo arruiné. – se acercó más a ella y comenzó a hablar más bajo y con dulzura. –Sé que lo arruiné y hoy te pido perdón, estoy muy arrepentida por mis actitudes. Este tiempo me ha servido para pensar y analizar en lo importante que eres en mi vida, en lo mucho que te extraño, en todo lo que significas en mis días y no es el hecho de que ahora estoy sola, es el simple hecho de que tú eres quien iluminabas mis días y ahora todos son oscuros sin ti. Si, te extraño porque desde que abro mis ojos en la mañana, hasta que los cierro en la noche tu presencia es indiscutible en mi vida. En algún momento pensé que extrañaba tu mirada, luego estaba segura de que era tu sonrisa la que echaba de menos, después sentí que tu voz era lo que necesitaba y tras varios días pensándote; llegué a la indudable conclusión que extrañaba cada parte de tu ser. Extraño cada palabra, cada gesto, cada sensación, cada suspiro, cada susurro, cada mirada, cada sonrisa, cada sonrojo, cada punto y cada coma, cada palabra de más y cada letra de menos... Estos días en los que ya no estás; he entendido que eres tu todo lo que quiero, todo lo que necesito, todo lo que deseo, todo lo que ansió para ser feliz. Y es que cada paisaje que observo, cada lugar que frecuento, con cada persona que converso, cada sonido que escucho, cada minuto que respiro solo me hace pensar en ti. Y nunca imaginé que te extrañaría así, que andará así toda suspirando por cada esquina y que te pensara en todo momento…nunca imaginé que me enamoraría de la manera en la que hoy estoy por ti. Mis mañanas son vacías, mis tardes carecen de sentido y mis noches son frías porque tú no estás. Durante el día todo pareciera tan normal; las gentes, el trabajo, las fiestas…la vida, pero lo normal carece de esa magia perfecta que es tu presencia. La noche llega con su habitual silencio y la oscuridad que envuelve cada espacio de luz, con la melodía frecuente que esconden las sombras, pero lo habitual es un infierno cuando tú no estás aquí…aunque mi corazón guarde silencio es tu presencia lo que reclama a gritos. Y es que es inevitable cuando te has convertido en la razón de mí vivir, en el latir de mi corazón, en el susurro de mis sentidos, en la esencia de mí ser; te has convertido en la mujer que quiero y la que deseo amar.
Amanda estaba petrificada observando a Karina, cada palabra que había recitado le habían llegado a lo profundo de su alma. Nunca imaginó escuchar tanta hermosa letra de los labios de ella, siempre había sido tan falta de esos detalles, tan fría y lejana en expresar sus sentimientos. En algún momento pensó que Karina le mostraba la mejor de sus actuaciones para convencerla de un amor que no existía, pero ¿para qué? Karina podía tener a cualquier mujer en su vida, así que no le veía la razón justificada a una gran actuación para retener en su vida a una mujer que rápidamente podría reemplazar. Había aprendido en su tiempo al lado de Karina que había dos cosas de ella que jamás mentían, su sonrisa y su mirada y esa mirada hoy le ofrecía más de lo que ella jamás pudo reconocer en todo el tiempo que la había mirado. Su sinceridad y la tristeza que enmarcaban sus ojos era una verdad que no había presenciado y estaba segura que era una verdad que a Karina le costaba expresar. Había algo más importante y más grande que su orgullo dentro de ella que la obligaba gritar lo que sentía, sabiendo quizás, que nada cambiaría, pero que al menos lo estaba intentando. – No tienes idea de cuantos días soñé con que me hablarás de esta manera, que fueses más atenta, más dulce, más cercana a mí, pero debí conformarme con lo que me podías o querías ofrecerme. No te mentiré y no negaré que me lastimó muchísimo tu infidelidad, pero no me sorprendió, pensé que de alguna manera u otra el imaginarlo me haría sentirlo menos, pero no fue así me dolió más de lo que imaginé. Al comienzo pensé que todo era tu culpa, pero me di cuenta que también era la mía.
- No creo que hayas tenido culpa. - dijo Karina mientras caminó más hasta quedar justamente frente a ella entre sus piernas y puso sus manos en la cintura de Amanda.
- Si, tuve mucha culpa Karina porque me quedé esperando a que pasara, permanecí en una relación que sabía iba en picada; sabía que no estábamos completamente comprometidas; una quería quizás más y otra deseaba menos.
- Pero ahora yo quiero todo. – le susurró Karina mientras acariciaba su rostro.
- Y yo tal vez deseo menos Karina.
- Podemos intentarlo nuevamente, prometo hacerlo bien esta vez, quiero una vida contigo.
Amanda observó cada detalle del rostro de Karina que la tenía tan cerca de ella, su hermosura, su delicadeza, su perfecta simetría, había extrañado mirar ese rostro tan conocido para ella. Tomó su mano y acarició su rostro suavemente, mientras Karina cerraba su rostro con el contacto, Amanda sonrió con tristeza. – Te perdono Karina y me perdono también a mí, pero no puedo retomar esta relación, ya no siento lo mismo por ti…
- Yo lo puedo entender, perdiste la confianza en mí y te traicioné; incluso te traté como una pedante, pero prometo…
- No prometas más Karina, no hace falta prometer cuando estás segura de lo que quieres.
- Lo que quiero eres tú. – Karina acercó sus labios a los labios de Amanda y le susurró. – Amor mío tu eres lo único que quiero.
Amanda no permitió el contacto de los labios moviendo un poco su cabeza a un lado. – Karina, lo siento ya no hay marcha atrás.
- Aun así lo seguiré intentando; tu bien vales la pena, sé que lo puedo hacer mejor y podemos retomar lo nuestro.
- Karina entiende cielo, ya no siento por ti lo mismo, ya no lo siento por ti…
- Entonces, ¿lo sientes por alguien más?
La puerta de la oficina de Amanda se abrió un poco en ese preciso instante y el rostro de Cristina se asomó para ver la estampa de las dos mujeres en el fondo, una sentada en el escritorio y otra entre sus piernas. Cristina sin hacer ruido cerró nuevamente la puerta y se alejó con el mayor de los dolores en el corazón, en el alma, en el cuerpo, en todo su ser…
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