La nariz negra olfateaba el aire cada tanto aspirando los aromas a su alrededor con interés, mientras los ojos cafés enfocaban a las personas que caminaban presurosas en la gran avenida que vigilaba, cada tanto la cabeza se ladeaba con interés al detenerse alguien a mirarle. Finalmente con algo de aburrimiento los ojos enfocaron hacia arriba dando con otro par de color oscuro que le miraban divertidos -¿Estás aburrida Tormenta?- escucho la suave voz que provoco que se levantara moviendo el rabo con insistencia -Velo así, al menos hoy no hace tanto frío- sintió la suave caricia sobre la cabeza que le relajo profundamente.
La Avenida Central era un paseo turístico sembrado de tiendas y restaurantes, con personas que la recorrían con prisa hacia sus trabajos o bien turistas despreocupados que se paseaban con pausa, pero se podría decir que el principal atractivo ese año era la nueva adquisición de la unidad K9 de la ciudad, todos los que pasaban frente a una de las tiendas más populares inevitablemente se detenían para posar sus ojos sobre la chamarra negra que coronaba aquel hermoso uniforme policial, lo mismo que la boina de lado que pertenecían a una escultural chica que era acompañada por una hermosa perra pastor alemán.
Todo el que trabajara en las inmediaciones sabía que la encontrarían firme en su lugar de 6 a 3, siempre puntual, con una seriedad poco usual y una sonrisa sincera para todo aquel que se la pidiera. Para muchos de los que ya convivían con ella era una especie de reto o prueba de valor el solo acercarse a conversar con ella, el pedirle una dirección o una cita pues generalmente la respuesta a la última pregunta era una negativa.
De ella en aquella gran avenida poco se sabía aparte del claro hecho de que era policía, todos los que le invitaban un café al parecer olvidaban preguntar el nombre aunque en su placa se podía leer con claridad Savedra y su perra todo el mundo sabía que se llamaba Tormenta.
Lo que nadie sabía es que desde que empezó su trabajo habían un par de ojos claros que le observaban con insistencia desde la distancia, admirando todo de ella y esperando con ansias los minutos al día en que podía contemplarle en silencio. A diferencia de ella no lucía ningún uniforme, ni se sentía tan alta y atlética, cada que le tocaba pasar por allí para acortar camino hacia la parada del autobús se miraba en algún espejo con inseguridad casi con temor llegando invariablemente a la misma conclusión era una chica demasiado “normal” prendada de otra chica extraordinaria lo que la convertía en una verdadera idiota.
Dio un suspiro pesado acomodándose su mochila y pasando como siempre frente a la oficial Savedra fingiendo indiferencia, su camino se detuvo varias calles después mientras subía al autobús que le llevaba a la universidad pegando su frente al cristal desanimada, solo a ella se le ocurría acabar enamorada de alguien a quien ni siquiera le había hablado una vez en su vida y que encima era otra mujer.
Sin embargo se le hizo inevitable la primera vez que paso por aquella avenida no mirarla, quizás había sido un evento desafortunado del destino chocar con aquella persona que provoco que sus apuntes se desperdigaran por el suelo que su mano se estirara chocando con aquella nariz húmeda y fría que le provoco un susto mortal, justo antes de escuchar por única vez la voz más suave y dulce del mundo.
Desde entonces nada fue igual, porque pasaba diario por aquel lugar solo para mirarla a ella sin atreverse a saludarla, pues lo más probable es que no la recordaran, desde ese día empezó su tormento ella que vivía para libros y estudios se dio cuenta que su gusto contrario a los deseos de sus padres no eran los chicos, pequeño gran problema viniendo de una familia tradicionalista. Pero su verdadera pesadilla radicaba en que la amaba y ella ni sabía que existía.
A veces se preguntaba porque todo el mundo decía que el amor te hace valiente si a ella solo la había hecho más cobarde, la había llevado a esconderse más entre sus libros y a mirar en la distancia a quien amaba sin atreverse siquiera a hablarle, cosa que le había ayudado a mejorar sus notas ya que se la pasaba estudiando con el afán de olvidarla.
-¡HERENDIRA!- escucho su nombre bajando la cabeza con pesimismo y aquello era la gota que derramaba el vaso, sus padres sus padres en un lapsus estupidus sin duda le habían puesto aquel ridículo nombre que no hacía sino aumentar su tortura.
-¿Podrías llamarme Ira?- le dijo a su amiga mirándola avergonzada del todo antes de dirigirse al ascensor de cristal de la universidad, oh si porque encima de todo estudiaba en la universidad más cara de la ciudad esa a la que todos llamaban centro comercial.
-A mí me gusta Herendira- afirmo la chica subiendo a su lado - y te vengo a reclamar que ayer faltaste a la fiesta en casa de Arturo.
Era verdad razono momentáneamente estaba en la flor de la vida, en la edad de crear invaluables e insuperables recuerdos con la juventud a flor de pecho, experimentar emociones, sentir la libertad de la mayoría de edad, pero no porque ella se había pasado estudiando para al final de la noche al caer rendida en su cama, envuelta por el silencio de su habitación unos ojos negros y una dulce voz viniera a su memoria diciendo “Déjeme ayudarte” se golpeo la cara con la libreta ante la sorpresa de su amiga que le miro sorprendida.
-Lo olvide- dejo escapar lánguidamente mirando a su compañera de ascensor -sabes que tenemos exámenes la próxima semana y pues….
-Debes aprender a divertirte y no pasar tanto con la nariz entre los libros- escucho el tono reprobatorio -no te hará mejor médico estar en ello.
-Pero me salva de reprobar- agrego sacando de su carpeta un tomo de anatomía -y sabes bien que mi padre me exige cierto nivel en mis notas, de lo contrario me cortaría el dinero.
-Tu padre te exige muchas cosas- bajo el tomo enfocando los ojos cafés que le miraban fijamente -entre ellas estudiar algo que no te agrada.
-Eso es tema aparte Andrea- afirmo secamente -tema aparte- repitió mientras las puertas del ascensor se abrían dándole paso a la primera de sus clases.
Su calvario universitario empezó a transcurrir pesadamente entre explicaciones de variadas enfermedad hasta descripciones de distintas partes del cuerpo humano, ella odiaba medicina simplemente era la carrera que le habían escogido no la que ella deseaba. Se sabía inteligente y aplicada pero siempre había pensando que las ciencias le restaban tanta magia a la vida.
Prefería que su cabeza se paseara en un mundo de sueños y posibilidades infinitas limitadas solo por el deseo mismo de crecer, quizás porque ella misma no se atrevía a saborear la libertad que significaba el imponer la propia voluntad sobre los deseos de los demás. Pasada su tercera clase sus ojos se cerraron en el autobús de regreso a la avenida central; ella ya no estaría allí pero eso no le impedía cerrar los ojos y soñar con que tenía el valor de borrar el abismo que las separaba y formular un simple hola.
Del otro lado de la ciudad Vanessa Savedra le daba su plato de croquetas a su amiga del alma que lo devoraba con entusiasmo, mientras ella se dirigía al refrigerador para abrir la puerta y extraer los ingredientes para prepararse un rico emparedado, repasando sus funciones del día siguiente mentalmente. Dio un suspiro pesado al ver la luz del televisor iluminando su desierta sala.
Parecía que la soledad era su compañera de eternos viajes, provenía de una larga elite de policías y también de una larga lista de funerales por deceso honroso dentro de los mismos, desde niña siempre tuvo claro que deseaba pertenecer a la unidad canina, así que puso todo su esfuerzo para llenar de orgullo a sus padres, sus hermanos pertenecían a la unidad de asalto y su padre había sido un respetado teniente hasta que la muerte llamo a su puerta en medio de un tiroteo.
Luego de la muerte de su madre había quedado sola en aquella inmensa mansión, aunque contaba con la compañía leal de su canina amiga, se paseo dando un rodeo por la sala viendo la foto de su última pareja adornando una mesita en medio de la estancia, tomo el retrato dejándolo boca abajo lo último que necesitaba en ese momento era recordar lo desastrosa que fue esa relación.
No comprendía claramente porque nunca duraba lo suficiente con nadie, aunque si sabía el reclamo constante: un trabajo peligroso, poca atención y mala administración de su tiempo, aunque quizás simplemente a ella ninguna le interesaba lo suficiente.
Se acomodó con paciencia en el sofá para cambiar con desinterés los canales, la verdad le alegraba que su madre no estuviera con ella porque de otra manera se imaginaba el interminable sermón que le daría por continuar soltera y sin relaciones estables a la vista.
Sintió un suave movimiento a su lado en el sofá para ver a Tormenta haciéndose un ovillo a sus pies y disponerse a dormir, quizás ella debería hacer lo mismo después de todo sus días eran más pesados, creyó que al asignarle un lugar como la avenida central todo sería más tranquilo pero no fue así, las invitaciones a salir le llovían diariamente, tenía que soportar el pavoneo constante de todo el que pasaba frente a ella, parecía que nunca habían visto una mujer en uniforme.
Encima nunca pasaba nada interesante por lo que pasaba como una estatua de pie frente a aquella enorme tienda y sentía que Tormenta nada más estaba engordando, cerro sus ojos con suavidad ordenando las caras de todos los que pasaban delante de ella diariamente, su excelente memoria fotográfica le permitía identificarlos a todos, incluso al anciano que la miraba deseoso “viejo verde, pervertido”… estudiantes, trabajadores, gerentes, algunos de sus compañeros.
Quizás debería pedir de nuevo transferencia se empezaba a aburrir en aquel sitio, donde nada interesante ocurría… si no mal recordaba su última gran aventura fue ayudar a recoger un grupo de apuntes que habían salido volando. Después de todo había pedido el cambio para intentar rescatar su última relación, cosa que no funciono porque al parecer a pesar del nuevo turno y horario ella continuaba siendo una desobligada.
-¿Crees que haya algo malo en mí?- cuestiono a Tormenta que levanto la cabeza en forma perezosa mirándola -Si bueno tú eres la única que me ama realmente - admitió con una suave sonrisa -¿Qué más le podría pedir a la vida?... quizás pedir amor… es pedir demasiado…
Capítulo 1
APUNTES VOLANDO….
La cobardía tiene sobre el valor una gran ventaja: la de encontrar siempre una excusa
Albert Guinon
Dar el primer paso en todo aquello que uno se propone es siempre dar el paso más difícil, una vez que se ha dado lo complicado es no echar para atrás y eso lo vivía en carne propia Herendira desde que su mente una mañana decidió que no quería soñar más y transformar en realidad aquel amor que le estremecía la piel.
Dar el primer paso era la peor pesadilla porque siempre acababa tomándose ella dos cafés en el autobús, comiéndose dos helados o dejando un ramo de rosas en algún bote de basura porque dar el primer paso te requiere tener el valor de una montaña, golpeo su cabeza en el cristal igual era una tontería comprarle un café cuando su turno ni siquiera terminaba, un helado era muy infantil y las rosas demasiado corriente.
Pensaba ella que esa mujer desconocida en aquel uniforme policial le había desestructurado el mundo por completo, a ella a quien la vida le pasaba en blanco y negro sin ningún requerimiento fuera de lo usual, ahora estaba haciendo malabares y trazando mil planes que le dieran el valor de dar ese dichoso primer paso.
Un primer paso que consistía en esencia en un simple Hola, era tan sencillo como hacer el movimiento con la boca y generar el sonido ¿cierto? No porque para decir hola debes romper una distancia y acercarte a una persona, es en ese punto donde residía la dificultad de todo el condenado asunto.
-Herendira si sigues sentada allí tu glúteos máximus se aplanara- levanto los ojos con fastidio enfocando a Andrea mientras la música del bar inundaba sus sentidos de golpe aturdiéndola.
-Vaya eso es nuevo- la miro con completa seriedad por lo que su amiga ladeo la cabeza confundida -que sepas el nombre científico de tu trasero- las risas se escucharon en la mesa que ambas compartían con varias compañeras mientras Andrea esbozaba un gesto de fastidio dándole un suave empujón.
-Mi trasero se llama- la chica ladeo la cabeza pensando profundamente aquello –Nerón- afirmo la chica con una enorme sonrisa.
-¿Nerón?- cuestiono en tono poco convincente.
-Sí, Nerón, porque todo el que lo ve arde en llamas- las risas resonaron de nueva cuenta en la mesa mientras Herendira solo negaba con la cabeza, Andrea siempre le hacía reír.
Aquella noche la habían convencido de ir a aquel bar a pasar un rato sano en compañía de sus amigas, aunque ella razonaba que tomar cerveza hasta reventar tenía poco de sano, enfoco el rostro alegre de Andrea mientras la chica paseaba sus ojos por el bar sin duda en busca de su próxima presa.. Pobre del incauto que cayera en sus encantos pues de seguro acabaría pagando la cuenta de todo la mesa.
Las fiestas nunca habían sido lo suyo, quizás porque toda su vida la educaron para ser una señorita refinada, que estaba libre de los excesos y la perdición de aquellos lugares en palabras de su abuela; pero a su criterio uno se perdía solo si así lo deseaba o le faltaba fuerza de voluntad para imponerse. En pocos minutos la mesa quedo semivacía casi todas sus compañeras estaban en la pista moviendo sus cuerpos al ritmo de la música con sus compañeros de turno, algo que había aprendido en su carrera es que los ratos de esparcimiento eran limitados ya que estudiar medicina les exigía mucho así que esos breves momentos eran invaluables.
-Dame el nombre- se giro mirando a Andrea confundida mientras la chica continuaba hablando si enfocarla siquiera -Dame el nombre del idiota que te trae de cabeza- la miro parpadeando sin acabarse de creer lo que escuchaba ¿Acaso era tan evidente?
-No sé de lo qué hablas- utilizo su mejor tono serio al responder la pregunta que le formulaban con indiferencia.
-Sí lo sabes- vio como Andrea se giraba enfocándola con profundidad -pero si no quieres hablar de eso lo entiendo- le afirmaron con absoluta calma -sin embargo, si no se da cuenta de lo esplendida que eres, no vale la pena- la vio levantarse saludando a un muchacho alto con encanto.
Andrea se había convertido en su mejor amiga el día que ingreso a la universidad, estaba tan nerviosa en aquella ridícula presentación ante el grupo, al sentir las miradas de todos sobre ella, al explicar de dónde provenía y por los cuchicheos, hasta que la voz de Andrea rompió todo con un claro “Oigan, yo vengo a estudiar, no a ver chicas bonitas hablar de sí mismas” la risa se extendió por el salón mientras ellas se miraban mutuamente.
Su mejor amiga era magnética, todo de ella llamaba a encariñarse rápidamente, era comprensiva, dulce y divertida, un apoyo constante en su vida la única persona con la que se sincero contándole incluso su mayor sueño que seguramente nunca cumpliría y sin embargo era incapaz de contarle el sentimiento que se había despertado en su interior, no tenía claro porque no deseaba hacerlo quizás por miedo a que su amiga dejara de serlo al enterarse que le gustaba otra mujer y no un chico como suponía.
Pero la realidad es que Andrea tenía una sonrisa que iluminaba por completo su vida y con ella a su lado se sentía capaz de continuar adelante sin decepcionar a su familia, porque cuando estuviera desanimada tendría su abrazo cariñoso y la palabra precisa…. Sacudió la cabeza suavemente, desde hacía unos meses no hacía más que pensar y pensar sin cesar mil cosas diferentes.
-Carita bonita- sintió como tiraban de ella con fuerza -deja de pensar, hoy vamos a bailar hasta que no podamos más- vio la sonrisa iluminar todo mientras sentía que tiraban de ella hacia la pista de baile y le podría asegurar a cualquiera que mientras miraba a aquellos ojos cafés los negros que le habían atormentado desaparecían del todo siendo derrocados del reinado que ejercían en su corazón.
Despertó a la mañana siguiente con la cabeza dándole patadas una y otra vez, mientras se revolvía en su cama viéndose atrapada por dos pares de piernas, desvió sus ojos aturdida para dar con el rostro de Carolina una de sus compañeras de clase descansado en la almohada antes de girar en la otra dirección y dar de lleno con el de Andrea invadiendo su pecho de manera posesiva, dio un suspiro pesado… definitivamente eso de beber de mas fue mal consejo se intento erguir para dar con dos cuerpos mas tirados en la alfombra, contabilizo dando gracias al universo que no faltaba una sola de sus amigas… porque ella había perdido buena parte de su razón en determinado punto de la noche.
-¡¡TENGO HAMBRE!!- La puerta de la recamara se abrió de pronto dando paso a una chica de cabellos rubios y gran energía que hizo a todas las presentes revolverse en sus lugares sujetándose la cabeza con fuerza -¡¡MANADA DE BORRACHAS!!
-Ya no grites por todo lo sagrado- dejo escapar Andrea refugiándose con más insistencia en el pecho de Herendira mientras la almohada de turno se sonrojaba profundamente.
-Bueno, pero de verdad tengo hambre- la joven hizo un enorme puchero mientras sus amigas intentaban sonreír -además me la deben, fui la única que no se embriago anoche, porque era la chofer designada.
-Está bien Estef - Herendira se removió algo incomoda dándole un suave empujón a una reticente Andrea que no deseaba abandonar su lugar -yo te preparo el desayuno.
-Dirás almuerzo- dijo la chica, provocando que todas se sentaran de golpe –si, bueno, se asustarían si les digo que falta casi nada para nuestra clase de la tarde.
Herendira se levanto como resorte mandando a volar a Andrea sobre Érica una de sus amigas que estaba tirada en el suelo al lado de la cama lo que provoco los gritos de ambas mientras ella se saltaba a Sabrina y Patricia para llegar y sacudir a Stefani con fuerza -¡DIME QUÉ NO ACABAS DE DECIR ESO!
-¿No?- dejo escapar la joven mirando en busca de ayuda al resto del grupo
-¡NO PODEMOS LLEGAR TARDE!- exclamó corriendo hacia la sala para pasar al cuarto de baño con el afán de meterse en él, mientras sus amigas en la habitación se sujetaban la cabeza con fuerza.
-Stefani yo te mato- Andrea miro a la rubia seria -tenias que abrir tu bocota… nos íbamos a saltar la clase - afirmo con cansancio.
-Pues una avisa y así evito hablar de más- se giro al ver a Herendira pasar corriendo con una toalla - pero me temo que tu y Nerón deberán ir hoy a la universidad- rio quedamente antes de sentir un fuerte golpe que la hizo hacer un enorme puchero.
-¡DEJEN DE PERDER EL TIEMPO, MANADA DE VAGAS!- le grito Herendira a sus amigas que asintieron asustadas para empezar a levantar sus cosas.
Herendira miraba a sus amigas con fastidio, cuando había dicho que iría en autobús todas decidieron que sería una gran aventura y ahora miraba a Sabrina con su guitarra en mano y a Patricia con su boina pasando asiento por asiento pidiendo colaboración “¿Cómo acabe con amigas así?” se volteo a su derecha para ver la cara sonriente de Andrea “ya lo recordé” pensó dando un suspiro pesado mientras el autobús se detenía y sus dos amigas contaban el botín.
Miro a Carolina conversar alegremente con Stefani mientras Patricia y Sabrina les mostraban cuando habían recogido, vio a Andrea apiñarse con ellas antes de echar todas a reír… se detuvo en seco al ver a lo lejos la silueta firme en el mismo sitio, apretó con suavidad la carpeta en sus manos mientras veía a sus amigas avanzar hacia aquel lugar desconociendo todo lo que sentía ella en su interior.
Tomo aire dando gracias que al menos iba a poderla verla aquel día, aunque sería otro día perdido sin poder hablarle y es que…
-¡PERRITO!- palideció de golpe al ver a Stefani ponerse de rodillas frente al perro policía -Owww se que son máquinas de matar, pero siguen siendo tan lindos- afirmó mirando a su oficial favorita, ella llevaba meses intentando hablarle y esa estúpida Stefani llegaba como si nada.
-Tanto como máquinas de matar, no, aunque son muy inteligentes- vio la sonrisa dulce, acompañando la voz suave y deseo morirse en aquel mismo instante.
-Debe ser buena compañía… se nota que te quiere mucho- Stefani le sonreía a la chica que asentía suavemente - Gracias por dejarme acariciarla.
-Es un placer- le respondieron con una media sonrisa -además a ella le encanta ¿Cierto Tormenta?- la perra ladro con fuerza mientras Stefani regresaba con sus amigas y continuaban caminando.
-¡HERENDIRA APURATE!- sintió como si el mundo se le rompiera en fragmentos al escuchar a Andrea decir su nombre, por lo que subió su libreta llena de apuntes cubriéndose el rostro para pasar frente a ella avergonzada del todo.
Intento concentrarse en las rayas frente a su rostro, en los trazos que formaban las letras y en olor de su libreta, en cualquier cosa que no fuera ella que seguramente la estaba mirando por culpa de Andrea, respiro sintiendo el corazón explotarle en el pecho antes de chocar con alguien que mando sus apuntes a volar en todas direcciones, se quedo estática al ver su libreta caer en el suelo a pasos de ella mientras miraba a Andrea regresarse con prisa, se agacho avergonzada intentando apurarse antes de ver el cabello de Andrea a su lado juntando unas cuantas hojas.
-¿Estás bien?- se giro al escuchar la voz dulce que le hablaba para ver a la perra pastor alemán con su libreta en los dientes y a su dueña con algunas hojas en la mano, asintió suavemente -Es la segunda vez que te pasa esto- la sonrisa se hizo presente dejándola sin respiración.
-Entonces, deberías hacer mejor tu trabajo y reprender a la gente que es grosera, y no sé fija por donde va- sintió la mano de Andrea tomando la suya antes de retirar las hojas de la mano de la joven policía y la libreta de las fauces de la perra - en lugar de estar allí solo viéndote bonita.
Noto la cara sorprendida de la oficial mientras su amiga tiraba de ella con fuerza alejándola del lugar, dejando a la joven estática en el mismo sitio mirándolas intento respirar sin ser capaz de hacerlo, miro la cara confundida del resto de sus amigas mientras sentía la calidez de la mano de Andrea sobre la suya -Estúpida policía- le escucho decir -en lugar de ver que intentaba el tipo ese, solo recoge los papeles, claro, si es un adorno en la Avenida.
-No digas eso- dejo escapar suavemente sin ser escuchada mientras la arrastraban hacia el otro autobús.
Escuchaba las conversaciones alegres a su alrededor, mientras veía las manos de Andrea acomodando sus apuntes con cuidado, su amiga siempre cuidaba de ella era verdad pero en aquella ocasión… en esta ocasión, estiro su mano deteniendo las manos de Andrea antes de abrazarla con fuerza refugiándose en su pecho y rompiendo a llorar dejándola sorprendida.
Lejos en la Avenida Central Tormenta tenía las orejas gachas al ver a su dueña aguantando estoicamente la lluvia que había empezado a caer torrencialmente hacia unos minutos, las gotas se deslizaban por la boina con suavidad rebotando cada tanto en su hocico mientras las personas corrían a prisa buscando refugio.
-Yo solo quería ser amable- murmuro finalmente -no soy solo una cara bonita- agregó quedamente mientras las gotas de lluvia se mezclaban con sus lágrimas, algo que odio toda su vida era aquello, que todos dijeran que ella era bonita, que lo que había conseguido lo había logrado por su cara… que no fuera más que eso, recordaba la alegría de su jefe cuando pidió el traslado a la Avenida Central y aquella frase “esto mejorara nuestra imagen”, apretó la mandíbula bajando el rostro con suavidad mirando los ojitos cafés de Tormenta enfocándola -Soy una buena policía… siempre lo he sido- dejo escapar quedamente -fue un choque accidental- afirmó murmurando ya una explicación que nadie escuchaba mientras la lluvia aumentaba y ella permanecía en aquel mismo lugar con ese apunte sobre la distribución del sistema nervioso en su chaqueta.
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ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO,,espero el proximo capitulo con muchas ganas ,,eso si,espero que sea largo como este.
ResponderEliminarGRACIAS por compartir con nosotras tu historia.
Andra
Chile
Me atrapó la historia! La encontré en extremo interesante.
ResponderEliminarEspero que no tardes en publicar la continuación.
Linda historia Sombra, espero el próximo capítulo, un abrazo y gracias.
ResponderEliminarLola
Interesante inicio de esta historia, me gusta.
ResponderEliminarYezi
Se ve muy interesante la historia, espero leer pronto el proximo capitulo.
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